lunes, 23 de diciembre de 2013

El Conocido Extraño






Iba caminando un día de vuelta del trabajo por Providencia, como de costumbre. Eran pasadas las siete, la hora del taco. Era una tarde agradable y había poca gente en la calle, algo extraño para el sector, solo algunas personas en el paradero, entonces mire hacia la calle, y vi solo algunos autos, lo que también encontré extraño, porque casi siempre hay taco, sobre todo a esta hora que mucha gente vuelve del trabajo. Como estábamos en primavera tenia alergia como de costumbre, saqué un pañuelo desechable para sonarme la nariz. ¡Más lo que molesta la alergia!, además está lleno de plátanos orientales, ¡Solo sirven para que a la gente le dé más alergia! Boté el papel a un basurero, y seguí caminando.

De  repente empiezo a sentir una sensación extraña, como si alguien me estuviera siguiendo, mire detrás de mí y no vi a nadie, por lo que no le tome mucha importancia. Saque un cigarro, y me acorde de lo que me dijo la Agustina hace un rato: “¡Para de fumar tanto!, ¡Si sigues así te vas a terminar enfermando!-. Siempre tan preocupada por mí, era mi polola hace 6 meses, pero bueno,  de todos modos no tenía intención de dejar el cigarro, era lo único que me tranquilizaba, y ya estaba bastante estresado con el trabajo como para dejar de fumar. No sé en qué momento se me ocurrió estudiar Derecho, desde que entre a la universidad no he descansado nada, además ahí fue cuando empecé a fumar, entre tanta prueba solo el tabaco me calmaba los nervios, más encima pensaba que cuando me graduara me tomaría un tiempo de relajo, pero no pude rechazar esta pega, me ofrecían muy buena plata como para no aceptarla.

En fin, prendí el cigarro y seguí caminando, cuando de repente empecé a sentir la misma extraña sensación como que me estaban siguiendo, entonces mire para atrás, y efectivamente había alguien caminando detrás mío. Tenía un abrigo negro, lo que me pareció extraño, porque no hacía nada de frio. En un principio pensé que el tipo solo iba caminando en la misma dirección, pero la verdad me siguió todo el camino hasta el departamento, venia bastante preocupado, ya que podía ser un ladrón o algún delincuente,  por lo que acelere el paso. Al llegar al edificio lo perdí de vista, toque el timbre, y el conserje me abrió.
-¡Hola Don Jaime! ¿Cómo ha estado?- le dije al conserje -Bien, bien ¿Y usted Don Antonio? ¿Cómo va la pega?- siempre preguntándome por el trabajo. -Bien, gracias. Que le vaya bien- le dije, y me fui a tomar el ascensor.

Vivía en el séptimo piso, cuando llegue al departamento, lo primero que hice fue sacarme la chaqueta, pues como había caminado rápido, me había acalorado un poco, además el clima estaba bastante caluroso para ser alrededor de las siete y media. Me acosté en la cama y me quede dormido. Cuando me desperté era de madrugada, siempre me pasaba lo mismo, vi el reloj y eran como las 4:23, fui a la cocina a tomarme un vaso de agua, cuando de repente empiezo a sentir la misma sensación como si hubiera alguien cerca, prendo la luz de la cocina medio asustado, pero no había nadie. Llené un vaso con agua de la llave, y me fui a la terraza a fumar un cigarro, me puse a mirar por el balcón, cuando me doy cuenta que en la calle, estaba parado el tipo de hace un rato atrás, y me estaba mirando. Me asuste, pero pensé que podía ser mera coincidencia, quizás él vivía por el sector y solo salió a caminar un rato, no sé, pero no quise pensar en nada malo, porque a fin de cuentas, el tipo no estaba haciendo nada.
No tenía nada de sueño, así que me fui a lavar la cara y me puse a ver tele. Estaban dando un documental del 2012 en el Discovery, siempre daban esos programas sensacionalistas, eran entretenidos, pero te dejaban medio deprimido al final, como que uno casi se termina creyendo eso del 2012. Para mi sorpresa, me empezó a dar sueño, así que apague la tele, me puse el pijama y me metí adentro de la cama.
Me desperté al otro día, era sábado. Como de costumbre me levante y fui a la terraza a prender un cigarro, lo hacia todos a diario, me senté y empecé a pensar en que hubiera sido de mi vida si hubiera entrado a estudiar Turismo, era lo que me gustaba, desde chico siempre me gusto viajar, con mi papa fuimos  a hartos lados, en los veranos íbamos a acampar al lago, y pescábamos. Hasta cuando ya era más grande, prefería irme a acampar con mi papa, que salir a la playa con los amigos. Además que siempre tratábamos de ir a lugares que no conocíamos, siempre me gustó eso.

Me puse a pensar, ¿Y por qué no?, me metí al computador a averiguar sobre la carrera, podía tomar clases vespertinas, o incluso salirme de la pega. Me gustó mucho la idea, solo que a mis papas no les va a gustar, quizás mi polola es la única que me apoye. Hasta que me decidí, quería hacer lo que me gusta, ¿carpe diem, no? No me quiero pasar el resto de la vida haciendo algo que no me gusta, aunque antes era más difícil tomar mis propias decisiones, porque siempre algo me hacía alejarme de estudiar turismo.
Llame a la Agustina, quería contarle mi idea. No me contestó, debe haber estado durmiendo. Así que me vestí y me fui a su casa. El día estaba muy agradable, los niños andando en bicicleta con los papas, paseando los perros o paseando con sus familias. Pensé, ¿serán felices?, probablemente son felices con su familia, en general después de mucho trabajo lo pueden disfrutar, ¿pero por qué no disfrutar ahora? La vida es una sola, no deberíamos amarrarnos a trabajos que no nos gusten. En el camino estaba pensando en lo que me iban a decir mis papas, pero no me importaba, por fin iba a hacer lo que me siempre quise. Iba caminando por Pedro de Valdivia hasta que llegue a un semáforo que y estaba en rojo. De nuevo empecé a sentir esa extraña sensación, como que alguien me sigue, mire atrás y vi al mismo tipo de abrigo negro. Me asusté y crucé la calle con rojo, una pésima idea.

Sentí un golpe, y no me acuerdo nada hasta que me desperté. Había un lote de gente alrededor mío, todos tenían cara de asombro, escuche alguien gritando que llamaran una ambulancia. No sé si me iba a morir. Qué curioso, justo cuando iba a realizar un cambio en mi vida, para llevar a cabo algo que siempre quise hacer me pasa esto. Quizás hay cosas que no están destinadas a ser, y el destino de alguna forma u otra, impide que pasen. Pensé que a lo mejor no se puede cambiar la suerte, no estaba destinado a dedicarme al turismo, y al parecer nunca será.

Lo último que recuerdo es que vi al hombre de abrigo negro acercándose, me tendió la mano y me dijo: -Bueno, hasta acá llegamos. Es hora de irnos, hay cosas que nunca van a cambiar-.

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