Qué hace ese hombre de ahí? Se preguntó Jorge cuando miraba,
desde la comodidad de su pieza a un hombre que en la calle parecía estar
bailando, dando saltos alternando los pies y moviendo sus brazos como si estos
fuesen serpientes que reciben un golpe de aire y se doblan en diferentes
direcciones como si la serpiente estuviese repeliendo algo y no pudiese escapar
del lugar donde está, en este caso, pegada a los hombros de aquel extraño
hombre que mientras bailaba Jorge miraba extrañado del comportamiento
aparentemente falto de razón y sentido. Era un absurdo se respondió Jorge -esos
absurdistas están muy de moda, hacen lo que les da la gana en el lugar que
quieren-.Jorge recordó entonces, mientras miraba el extraño baile de esta
persona, que en una ocasión cuando él era un pequeño niño de no más de 8 años,
estaba haciendo lo mismo en su pieza mientras nadie lo observaba y para
aumentar su vergüenza recordó que este baile lo efectuaba de forma semidesnuda.
Era un acto sin un fin, un absurdo total, algo que no tiene
coherencia desde su inicio a su fin, si es que el fin del acto existe y no
continúa simplemente siendo otro comportamiento. Esto dejó a Jorge paralizado,
serán estos actos que hace el personaje de enfrente de su casa, estos actos que
producen una vergüenza ajena, los mismos que hacia el mientras nadie lo miraba,
mientras nadie sabía cuándo hacía estas locuras faltas de coherencia. -estará
loca esa persona que baila descontroladamente en frente de mi casa, y si lo
está, puedo estarlo yo también?- Porque al tener conciencia de que él hacía
estos mismo actos irracionales se ubicaba dentro de la tan temida categoría de
loco, entonces a partir de este razonamiento pueden existir solo dos respuestas
posibles para esta paradoja interna de Jorge, el hombre de afuera está loco y
Jorge por hacer lo mismo y comprender el acto también, o bien ninguno de los
dos lo está y solo es una construcción social de vergüenza lo que está
experimentando Jorge, pero por qué tener vergüenza? Si el hombre de afuera no
la tiene, por qué debería tener vergüenza de esos actos si son solo nuestros
placeres individuales los que se están manifestando y el cómo reacciona la
gente es solo un acontecimiento externo a los intereses y preocupaciones mías-
se dijo Jorge- ya estoy harto de lo que la gente pueda pensar y de lo que yo
puedo concluir al analizar mis comportamientos anteriores, si lo hice y
disfruté haciéndolo y no estoy loco, entonces por qué no salgo allá afuera a
bailar descontroladamente como ese hombre que se mueve como un desquiciado, cual
es la diferencia?, él está haciendo algo que muy probablemente todo el mundo
haga pero sienten vergüenza de las opiniones ajenas, que ridiculez, yo soy más
importante para mí mismo, esas gentes desconocidas no son seres relevantes para
mi existencia.
Así fue como Jorge salió de la comodidad de su pieza y bajó
las escaleras en pijamas y mientras bajaba las escaleras sacó las prendas que
llevaba puestas y salió a la calle en ropa interior y corrió hacia el lado del
bailarín desenfrenado para compartir su frenesí de diversión, y Jorge comenzó a
danzar mientras se acercaba a este hombre, moviendo sus brazos de formas
ridículas, levantando sus piernas y saltando y moviendo las caderas como si
todo su cuerpo fuese una lombriz que está dentro de un charco de agua con total
libertad de movimientos, pero a cada metro que Jorge se acercaba a este
desconocido notaba que la cara del hombre no era de placer ni de alegría ni de
nada relacionado con sensaciones placenteras. Lo que el hombre de verdad estaba
expresando era preocupación, angustia, pena y sobre todo vergüenza. Entonces
Jorge termino con su baile y se quedó inmóvil al notar que desde el frente de
la calle, al lado de su casa, estaba un auto estacionado y dentro del auto dos
negros con pistolas obligando al hombre a bailar en la calle, y mientras Jorge
escuchaba las amenazas que esos negros le propinaban al hombre, Jorge se dio
cuenta de que nadie estaba loco en esa escena a excepción de un solo personaje,
que era el más loco de todos los locos, y que era él mismo, ahí se dio cuenta
Jorge que no tenía más que sus calzoncillos puestos y nada más, parado inmóvil
concluyo Jorge que debía volver a tomar las pastillas que le había recetado su
psiquiatra.
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